Terremoto del 19 de septiembre de 2017

Hubo un temblor el 7 de septiembre,con alarma sísmica y sentí que el mundo se caía. Estuvo horrible. La sensación me mareó. Creí que iba a morir.

Y no. No pasó nada.

Días después, llegó otro terremoto. Muy fuerte, sin aviso. Me pegué a una columna, junto con muchos compañeros. Sentí el piso brincar debajo mío. Pensé en mi familia, en mis sobrinos, en mis papás. Pensé que mi departamento ya estaría destruido. Vi plafones caer, gente correr, polvo. No traía mi celular, si quedaba atrapado no habría forma de contactar a nadie. Creí que iba a morir, otra vez.

 Y no. El temblor se detuvo.

Salimos, el camino hacia el exterior parecía zona de guerra: polvo, yeso, tierra, plafones,muebles tirados y me sentí afortunado de haber salido vivo.

Y luego la larga espera de contactar a mi familia. Poco a poco todos contestaron: nada pasó, nada se cayó. Respiré tranquilo.

Salir a la calle, camino a casa, fue el despertar a la tragedia. Sí pasaron muchas cosas. Sí se cayeron muchos edificios. Sí se murió mucha gente. Todo el camino fue enfrentar la realidad del caos, de gente caminando hasta casa porque no había otra forma de llegar.

Caos. Caos.

Llegué a mi departamento y no se cayó. Llegué con mi familia y nada pasó.
Estuve tranquilo viendo la tragedia desde lejos. Tuve despertares de sueños ansiosos durante semanas y me consideré afortunado de seguir vivo.

Sigo vivo.

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